Un gran trabajo les esperaba y el ánimo era óptimo, pero la dificultad de cada uno de sus movimientos les hacía recordar que el largo viaje sin gravedad había hecho efecto en sus músculos debilitándolos hasta tal punto que mantenerse en pie era extenuante. Daba gracias a que la fuerza G en ese nuevo planeta era menor que en su planeta natal. Newton tenía razón, a menor masa en los cuerpos, la energía de atracción era menor y Marte sí era más pequeño.
Sus botas dejaban una marca profunda en el suave terreno. El color rojizo del planeta era imperceptible en la superficie, más bien, si le hubiesen pedido definirlo en uno sólo, le parecía grisáceo. Pequeñas elevaciones eran interrumpidas por fosas de mediano tamaño producto, posiblemente, de los constantes meteoritos que chocaban contra la faz del planeta casi sin atmósfera que los detuviese. Cada paso lo agotaba, más estaba dichoso de haber sido elegido para esa misión. La nave robot ya estaba cerca y también sería el primero en llegar, más no esperaba lo que sus ojos atónitos observaban ahora.