02 junio 2005

El maestro de Anatomía


Nunca antes había visto a un muerto. La sala de disección, colmada de mis compañeros separados al azar por grupos de a cinco, estaba gélida. Pese a que aún era verano y el sol traspasaba los cristales de la habitación, tapado en algunos momentos por una que otra rama de los árboles de la calle afuera, estaba congelado. El muerto estaba cubierto con una pieza de género blanco y desgastado, casi transparente, con manchas amarillas en sus bordes. No olía mal. En realidad olía a nada. Pese a mis sentidos agudizados al máximo por la tensión del momento, no percibía aromas, sólo frío. Estaba nervioso, como en mi primer día de colegio, más no por el muerto en sí: Estaba temblando por el maestro que me habían asignado como ayudante para todo el resto del año. Un hombre alto, de aspecto serio, que creo parecía más viejo de lo que realmente era, aunque nunca le preguntaría su edad, porque jamás llegué a conocerlo bien. Nos atravesaba con su mirada, sus ojos inquisitivos eran nítidos tras de sus anteojos, redondos y plateados. Su gran calva brillaba junto con la habitación. Ya nos habían advertido de él y de su forma de demoler y humillar al interrogar a los alumnos de primer año de Medicina. Nos contaron que siempre elegía a uno, al que le hacía la asignatura imposible. Por suerte mía, prefería entre sus víctimas a las mujeres. Los cirujanos antiguos, no sé el por qué, no aprecian al género opuesto como colegas de trabajo. Lamentablemente, en el grupo en que me encontraba no había mujeres.

Con voz severa, pero pausada y apuntando con su dedo al cielo, midiendo el alcance de cada una de sus palabras, nos resumió lo que sería el año de Anatomía. - Esta es una asignatura decisiva, la más importante de su carrera, el no aprobar Anatomía significa que no podrán continuar en esta fascinante carrera. Exigiré al máximo su cerebro … No todos merecen aprobar, no todos merecen estar aquí: tradicionalmente un tercio de ustedes no pasará este ramo - dijo . Sonreía de una manera casi maléfica, gozando tras cada una de sus palabras cómo nos hundíamos en nuestros pisos de madera, que si bien tenían una gran altura para alcanzar cómodamente la mesa de disección, apenas nos dejaban rozar el suelo con las puntas de nuestros zapatos. Nos veíamos pequeños , encorvados como el trigo después de la lluvia, envejeciendo precipitadamente en esa sala sepulcral, con las manos entumidas. Nunca antes había visto un muerto, pero ya tenía miedo. Y pensaba que tal vez, ese muerto que aún no conocía su rostro, aún tapado por el género blanco con manchas amarillas en esa madrugada gélida, fue en algún momento un alumno como yo.

5 comentarios:

Roberto Arancibia dijo...

Qué buen relato.
Y con el anterior sentí la sincronía con algo que puse en el Blog de Posts Urbanos.

Te agregué a los links, así recibirás visitas de mi mundo.

Saludos Mauro.

Anónimo dijo...

Ohh, al leer tu relato me daba la impresión de que el profesor asignado estaba más muerto que el mismo muerto. Dan ganas de seguir leyendo.

Gracias por visitar mi imaginación.

¡Saludos!

Anónimo dijo...

oh... xD qe wena clase.. bkn!

Anónimo dijo...

La verdad es que para los que hemos vivido desde adentro una sesión de anatomía nos damos cuenta que la cosa tiene harto más de mito que de verdad. Sin embargo algo tiene la cosa que imprime un cierto morbo para todos. Además que siempre se ve al profe vaticinando mortalidad académica y metiéndole en la cabeza a los pobres estudiantes de medicina que con lo mejor del mundo y que los que pasen su asignatura los serán más aún. Ojalá fuera cierto.

Mariana Ibargüengoitia dijo...

wow! interesante me agrada está descripción, fue real??